No acostumbro escribir en este sitio porque en mi caso sería extenso por una simple cuestión de cantidad, aunque se puede repartir en cariño entre 40 así como volcarlo con uno solo. Será el primero y último en homenaje a muchos que no están y en los que partirán luego, tarde o temprano.
Se fué La Gringa ( Pachita), luego de pelearle varios meses a una enfermedad, de un proceso de muchos medicamentos y análisis, pero ya conocido y que uno se acostumbra al fatal desenlace.
Cuando más joven es, como ésta de solo 6 años, se hace más difícil entenderlo, pero se asume. Además el poder acompañarla hasta su último suspiro, con su cabeza apoyada en mi mano y recostada en la canasta donde tantos otros pasaron sus últimos momentos, hasta que deja de latir su corazón y se retuerce un pedacito del mío. Resignación y alguna mirada curiosa de sus amigos, algunos de los cuales se acercaron con un solemne respeto o una muy medida curiosidad.
Los gatos son tan personales y hasta al morir son dignos, buscan la soledad, no molestan, no reclaman, son libres hasta en eso. Además son únicos e irreemplazables.
Sobrevendrá alguna escurridiza lágrima sobre el mimbre del canasto, de la que nunca sentiré vergüenza, y la tarea de sepultarla en el terreno, ya casi un camposanto, pierdo la cuenta de cuantos hay, su cabeza mirando al este, para que el sol de la mañana la encuentre tratando de cazar algún inalcanzable pájaro como todos los amaneceres. Y mientras uno los recuerde vivirán, y cuando uno muera será una buena ocasión para el reencuentro, eso espero.
Su última foto.