Busquemos La Esperanza, Existe

lebiram

Experto
Me recorrió un escalofrío cuando levantó la cabeza y pude ver las vacías cuencas de sus ojos. Casi parecía que me observaba. Y muy atentamente.
Movió sus bigotes graciosamente, y adelantó un poco las patas, pero con un rápido movimiento de la nariz reculó veloz.

Ya se ha dado cuenta de que no soy yo. – Contestó un hombre ya mayor al otro lado de la valla.- Sus sentidos ya no son los de antes.

Me quedé callado, observándolo acurrucado en un rincón, con la cabeza baja.
Era como si llorase. Se lamía suavemente las patas y seguía apretando sus párpados, aunque ya resultara indiferente si los mantenía abiertos o cerrados.
Me giré al hombre y le pedí que me abriera. Salí de la jaula mirando hacia el oscuro rincón donde “Wonder” seguía con su tarea.

Quisiera ver el resto de las instalaciones. – Le comenté suavemente.-

El hombre asintió y fue conduciéndome por un campo con demasiadas irregularidades en el terreno.
Las jaulas no tenían suelos bien cimentados, y por los techos de latón viejo, constantemente reparados, se filtraba agua. Esas grotescas cárceles tenían que estar dispersas porque las ya comentadas irregularidades eran demasiado grandes. Los animales, perros y gatos de todas las razas y colores, se solían acurrucar en los rincones, con el rabo entre las piernas y los ojos tristes. A muchos se les veía sucios, enfermos y demacrados. Casi no comían, el agua estaba sucia, como estancada en los bebederos, y en el suelo de las jaulas se acumulaban los excrementos y el olor.
No habían mantas, ni pelotas. Ni un juguete, ni un rascador. Ni una mano amable.

¿Por qué traspasa el “negocio”? – Le pregunté interesado cuando volvimos a la puerta.-
Mi mujer y yo ya estamos cansados de todo esto, mucha pérdida y poca ganancia. – Dijo con voz ronca. – Los animales se mueren constantemente, la gente trae muchos, pero se llevan pocos o ninguno. No tenemos con qué comprar comida, y menos medicamentos. Simplemente nos queremos deshacer de todo esto.

Miré a los profundos ojos del hombre. Quizá en un tiempo tuvo ilusión, quizá alguna vez le había gustado algo los animales, y se había dedicado a cuidar estos con despecho, de otra manera no lo entendía. Paseé mi vista por las instalaciones, mirando todo el terreno que acababa de recorrer, y fijé mi vista en el horizonte. ¿Cómo podía alguien abandonarlos así? ¿Cómo? Él también los veía, los cuidaba cada semana (Dudaba, por el estado de las instalaciones, que fuera todos los días), algunos encogidos en sus jaulas, temerosos, agonizantes. Otros, más tristes, casi patéticos, se acercaban moviendo el rabo a la puerta de sus jaulas, tan esperanzados de encontrar una mano amable que los acariciara, tan desesperados por volver a hallar el calor de un hogar, que ya no se les veía ni miedo en los ojos.
No podría precisar cuanto tiempo estuve así, poco, supongo, pues mi interlocutor no mostró ninguna mueca de desesperación. Me giré a él, y volví a fijar mis ojos en sus ojos.

¿Y el gato? El ciego … - Pregunté. – Wonder, creo. ¿Qué le ocurrió?
Apareció un día por aquí, y se escondió en una de las jaulas. No parecía que quisiera salir, así que lo deje allí. – Comentó. – A veces le abro la puerta, pero incluso parece sentirse más seguro con ella cerrada.
Y … ¿Se lo llevará con usted? Parece tenerle un cariño especial. – Pregunté, esperanzado de encontrar en su alma algo con lo que identificarme, algo que me hiciera ver que tenía tanta humanidad como yo. –

El hombre hizo una mueca.

Lo dudo. – Dijo secamente. Y no añadió nada más –

Me gire de espaldas al hombre, mirando de nuevo todas las jaulas, a recordar uno a uno los rostros de los animales allí encerrados, y cerré los ojos fuertemente para contener las lágrimas. Suspiré profundamente dos o tres veces antes de volver a girarme.

Está bien. – Contesté intentando que no se me quebrara la voz. – Me lo quedo. ¿En cuanto estaría listo el trámite?
En un mes podrá tenerlo en sus manos. – Dijo el hombre con los ojos brillantes.–


Hace siete años de eso.
El trabajo fue duro y llevó más de un año de penalidades, más por los animales que por mí, de lo que todavía me siento culpable. Alisar el terreno, mejorar las instalaciones, habilitar zonas libres de juego, tanto para gatos como para perros. Hacer crecer hierba fresca y trasplantas grandes árboles donde antes solo había maleza. Asegurare de que las jaulas fueran cómodas, calidas, fáciles de limpiar y suficientemente anchas.
Todo eso se hubo que hacer rápidamente pero de manera eficaz, cosa que no fue barata, mientras los animales iban siendo trasladados de un lugar a otro (Otras protectoras, jaulas provisionales, casas de acogida …)
También abrir la clínica veterinaria donde antes solo había un barracón de herramientas. Y lo más importante, tanto para los animales, como para el objetivo de conseguir el dinero que necesitaríamos para pagar esas instalaciones y recuperarse de la pérdida: Conseguir clientes.
Fue un año duro, donde mi mujer y dos hijos subsistíamos del sueldo de ella, por suerte, suficiente para pasar sin mayor percance.
Pero jamás me arrepiento de ello. Estamos algo lejos de la ciudad y toma un poco de tiempo llegar aquí en coche, pero me enorgullezco de ser un buen veterinario, y de tener los mejores clientes. Personas de verdad, comprometidas con los animales, que buscan lo mejor para ellos, por caro que resulte. Personas que a menudo se pasean por las instalaciones, y buscan más gente para que las visiten, concientes de que muchos serán incapaces de resistirse a unos ojitos tiernos o un rabo nervioso detrás de unos barrotes.
Es cierto que siempre andamos jugando a los malabares con el presupuesto, pero MIS animales ya no se acurrucan en un rincón, ya no lloran en las esquinas.
Todos los fines de semana venimos los cuatro aquí, y a menudo se apuntan algunas personas deseosas de conocer a los animales, o simplemente de contribuir en su felicidad, y todos juntos los sacamos al campo de juego. Fútbol, lanzar la pelota o simplemente dejarlos correr detrás y delante de mis hijos, no importa.
Los gatos son más difíciles de tratar, pero nos suele bastar con verlos trepar feliz por los árboles y esconderse entre los túneles de la instalación, recorriendo los laberintos o persiguiendo bichitos. Ellos se ven felices.
Pero todo eso sería insuficiente. No podríamos mantener felices a nuestras mascotas si no viniera gente a darles un nuevo hogar, permitiendo que otras lleguen.
No podemos, aunque queramos, costear todos los gastos médicos de los animales. No podemos, aunque queramos, darle todo el cariño que merecen. No podemos, aunque queramos, ser unos buenos amos. Pasear con ellos, jugar, reír y llorar, reñirlos porque se portan mal y planear las próximas vacaciones juntos.
Seguimos necesitando a todas esas personas que, a cambio de un poco de comida y mucho amor, abren sus brazos y acogen a todos aquellos que un día llegaron a nosotros con una pata rota, una infección grave de oído y el corazón roto de dolor y desgarrado por el miedo, cuando corriendo, cruzaron una carretera creyendo ver a su amo al otro lado. O cuando cabizbajos recorrieron las calles buscando comida y aullando a la luna por la falta de compañía. O cuando se escondían debajo de un coche, moviendo los bigotes, temeroso de que un niño sin alma se los volviera a quemar. O cuando se acercaron, dudosos, a un plato de comida que quizá este envenenado porque, al mirar hacia arriba, a las apresuradas personas, se dan cuenta de que nadie los quiere, de que están solos en el mundo: Los han abandonado.
Doloridos, despechados, recorren las calles. Magullados, sucios, desesperados.
Llegan a nosotros con los ojos inundados de unas lágrimas invisibles. Nos miran con miedo y rencor y es increíble, es increíble como en tan solo unas semanas, aquellos a los que el mundo despreció, maltrató, humilló y condujo al miedo y a la desesperación levantan la cabeza, mueven eufóricos el rabo y se acercan a ti, felices de verte.
Cómo con un poco de cariño, devuelven tanto amor. Es increíble.
Por eso yo no puedo dejarlos, aunque me condujeran a la ruina, no puedo dejarlos, cómo ese hombre de frío corazón que abandonó a Wonder, el gato que tanto confió en él. El gato que, temeroso de todo el mundo, se acercaba a sus pies a ronronearle.
Por eso yo no puedo dejarlos, y por eso Wonder, murió, hace tres años a los pies de mi cama, donde, cada noche se acostaba para poder saltar rápidamente a saludarme cuando me despertaba. Por eso yo se que los animales lloran, pero también sonríen, felices, incluso cuando son ciegos por la crueldad de un hombre, incluso cuando son abandonados repetidamente por ellos, incluso cuando ya su cuerpo no puede aguantar más dolor y desesperación. Incluso con todo, ellos se dejan tender una mano, y, más rápido de lo que crees, se tumban a los pies de tu cama y despiertan contigo, para saludarte felices de estar a tu lado.
Por eso, el día que Wonder ya no me saludó, el día que, acurrucado para siempre, se quedó tumbado en mi cama, casi con una sonrisa en la cara, me di cuenta que jamás podría dejarlos solos. A ninguno.

¿Alguna vez has visto a tu mascota sonreír? :D:D :D
 

pcalero

Experto
Sí, les he visto sonreir.

Bonita historia. Ojala pasara tantas veces que dejaran de existir sitios como el que se describe al principio.

Incluso cuando te los llevas de una gatera en condiciones, a cabo de un tiempo de estar en casa les cambia la cara y ponen otra expresión.
 

lebiram

Experto
anoche mi arashi ya tarde, me busco, me habia quedado dormida en el sofa, se me subio encima y enterro su cabecita en mi cuello, me solto unos cuantos lametones con su lengua aspera y se quedo ronroneandome, y yo fui por ese rato la persona más feliz de mundo,.
de más pequeño lo hacia siempre, pero ahora es más arisco, asi que esos momentos son indescriptibles, adoro a ese peazo sinvergonzón.

y lo imagino sonriendo mientras le acaricio la cabecita.
 

GATIENZO

Experto
<div class='quotetop'>CITA(lebiram @ Jan 24 2009, 05:49 AM) <{POST_SNAPBACK}></div>
anoche mi arashi ya tarde, me busco, me habia quedado dormida en el sofa, se me subio encima y enterro su cabecita en mi cuello, me solto unos cuantos lametones con su lengua aspera y se quedo ronroneandome, y yo fui por ese rato la persona más feliz de mundo,.
de más pequeño lo hacia siempre, pero ahora es más arisco, asi que esos momentos son indescriptibles, adoro a ese peazo sinvergonzón.

y lo imagino sonriendo mientras le acaricio la cabecita.[/b]


Siempre sostuve que el afecto entre humanos es producto de la reciprocidad , doy afecto, recibo afecto y viceversa. Con los animales es diferente, uno da afecto sin esperar nada a cambio, los quiero porque los quiero y punto. Si hay devolución con un lambetazo o un ronroneo, mejor.
La recompensa está del otro lado, y en parte alojada muy en lo profundo de nuestro propio ser, si nosotros mismos nos sentimos autorecompensados, ya está, valió la pena. (besos)
 

Papasito

Experto
<div class='quotetop'>CITA(HECTOR @ Jan 24 2009, 04:53 PM) <{POST_SNAPBACK}></div>
Siempre sostuve que el afecto entre humanos es producto de la reciprocidad , doy afecto, recibo afecto y viceversa. Con los animales es diferente, uno da afecto sin esperar nada a cambio, los quiero porque los quiero y punto. Si hay devolución con un lambetazo o un ronroneo, mejor.
La recompensa está del otro lado, y en parte alojada muy en lo profundo de nuestro propio ser, si nosotros mismos nos sentimos autorecompensados, ya está, valió la pena. (besos)[/b]

Totalmente cierto y me gustaria decir que cuanto mas amor y afecto demos mas posibilidades tendremos de que esa reciprocidad sea mas segura e intensa.Recibimos lo que damos sin duda alguna.
 

AleLuna

Experto
WOOOOOOOOW!

Que historia!

Me hizo llorar, la verdad. Pero es cierto, la recompensa de un lametazo o un ronroneo es ganancia. Verlos sanos, tranquilos, felices, eso es lo mejor de todo.