Al entrar un viejo gato les recibe,él es guadián de las puertas del cielo, él ya vivió lo suyo, nunca tuvo amos, porque vivió en la calle, pero donde él vivía el gato era sagrado, se le respetaba y adoraba, nunca pudo quejarse de su vida, vivió bastante bien. Cuando murió se dio cuenta que él fue el primer gato que llegó al cielo, hay otros cielos pero para otros animales, él no quería estar allí, no era su lugar, así que deambuló hasta que encontró un lugar maravilloso, que como ya bien sabeis, está detrás del arco iris.
Es un campo llano, soledo, siempre soleado, lleno de árboles dispersos, de verde follaje, con anchos troncos donde afilar las uñas, árboles estáticos, perednes, que nunca mueren, el suelo es de una tierra suave, con bonitas veredas para pasear, y el resto es de una hierva verde, brillante. Allí nunca llueve.
Allí nunca es de noche.
Los pajaritos, que se equivocaron de cielo, son la delicia de los más pequeños gatos, bueno, alguno grande también, y van de árbol en árbol perseguidos, ya acostumbrados, al fin y al cabo ya tampoco pueden volver a morir.
En ese santo campo se reunen diferentes manadas según su condición, nada más entrar encontramos los más viejos, que por no andar más se les concedió este lugar privilegiado, allí duermen la mayor parte del día, conversan entre ellos, se cuentan sus vidas, sus años, hablan de sus amos, de los que les amaron, de los que les hicieron mal, siempre sin rencor, de sus compañeros gatunos de vida, de los que pronto esperan, de los que abajo se quedaron. Un gato más joven cuida de ellos, algunos se quedaron sordos, ciegos, de viejitos, pero aquí, en este cielo oyen y ven de nuevo, es la mágia del lugar.
Un poco más adelante los callejeros, ellos nunca tuvieron un hogar, sufrieron el frío, la lluvia, el hambre, algunos vivieron bien, otros no tanto, a ellos se les concede el privilegio del resguardo, tienen una casita de felpa y pelo, aquí no pasan penas, la recompensa de su maltrecha vida, por fín, llegó.
En mitad del campo están los pequeños, o los más jovencitos, tienen cientos de juguetes a su disposición, son los más traviesos, por eso están más alejados de los viejitos.Sus cascabelitos suenan por todo el cielo tintinear, ellos los llevan, para que no se pierdan.
Algunos encuentran a sus mamas, otros hacen nuevos amigos.Hay grifos de agua donde jugar y beber, cuerdecitas de las que tirar, cortinas por las que trepar, árboles de navidad, hay bolitas por todos lados!.
El viejo guardian que custodia, al llegar, les acompaña hasta su sitio, según su condición, les explica que allí estarán para toda la eternidad, que pueden esperar a sus amigos que pronto llegarán , y sus amos cuando vengan a recogerlos.
Así, el día en que morimos, primero hacemos una parada detrás del arco iris, entramos, preguntamos al viejo guardián, el nos indica, y después de tantos años volvemos a reencontrarnos con nuestros amigos del alma, podemos decidir entre dejarlos allí, con los suyos, o llevárnolos a nuestro lugar de destino .
Recordadlo cuando vayais, no olvideis parar detrás del arco iris, allí están vuestros gatos esperándoos, porque nunca se olvidaron de vosotros, como tampoco vosotros lo hicísteis.
Dejadles una frase antes de dormir, ellos la escuchan, en su cielo.
Espero que os haya gustado mi particular visión del cielo gatuno.
Es un campo llano, soledo, siempre soleado, lleno de árboles dispersos, de verde follaje, con anchos troncos donde afilar las uñas, árboles estáticos, perednes, que nunca mueren, el suelo es de una tierra suave, con bonitas veredas para pasear, y el resto es de una hierva verde, brillante. Allí nunca llueve.
Allí nunca es de noche.
Los pajaritos, que se equivocaron de cielo, son la delicia de los más pequeños gatos, bueno, alguno grande también, y van de árbol en árbol perseguidos, ya acostumbrados, al fin y al cabo ya tampoco pueden volver a morir.
En ese santo campo se reunen diferentes manadas según su condición, nada más entrar encontramos los más viejos, que por no andar más se les concedió este lugar privilegiado, allí duermen la mayor parte del día, conversan entre ellos, se cuentan sus vidas, sus años, hablan de sus amos, de los que les amaron, de los que les hicieron mal, siempre sin rencor, de sus compañeros gatunos de vida, de los que pronto esperan, de los que abajo se quedaron. Un gato más joven cuida de ellos, algunos se quedaron sordos, ciegos, de viejitos, pero aquí, en este cielo oyen y ven de nuevo, es la mágia del lugar.
Un poco más adelante los callejeros, ellos nunca tuvieron un hogar, sufrieron el frío, la lluvia, el hambre, algunos vivieron bien, otros no tanto, a ellos se les concede el privilegio del resguardo, tienen una casita de felpa y pelo, aquí no pasan penas, la recompensa de su maltrecha vida, por fín, llegó.
En mitad del campo están los pequeños, o los más jovencitos, tienen cientos de juguetes a su disposición, son los más traviesos, por eso están más alejados de los viejitos.Sus cascabelitos suenan por todo el cielo tintinear, ellos los llevan, para que no se pierdan.
Algunos encuentran a sus mamas, otros hacen nuevos amigos.Hay grifos de agua donde jugar y beber, cuerdecitas de las que tirar, cortinas por las que trepar, árboles de navidad, hay bolitas por todos lados!.
El viejo guardian que custodia, al llegar, les acompaña hasta su sitio, según su condición, les explica que allí estarán para toda la eternidad, que pueden esperar a sus amigos que pronto llegarán , y sus amos cuando vengan a recogerlos.
Así, el día en que morimos, primero hacemos una parada detrás del arco iris, entramos, preguntamos al viejo guardián, el nos indica, y después de tantos años volvemos a reencontrarnos con nuestros amigos del alma, podemos decidir entre dejarlos allí, con los suyos, o llevárnolos a nuestro lugar de destino .
Recordadlo cuando vayais, no olvideis parar detrás del arco iris, allí están vuestros gatos esperándoos, porque nunca se olvidaron de vosotros, como tampoco vosotros lo hicísteis.
Dejadles una frase antes de dormir, ellos la escuchan, en su cielo.
Espero que os haya gustado mi particular visión del cielo gatuno.