rrodriguez
Experto
Quiero contaros la historia de Misi, el gato que en breve se va a unir a mi familia (digo en breve porque en el próximo mes nos vamos mi novio y yo a vivir juntos, y con nosotros, también Misi).
El verano pasado empezó a merodear por la terraza del bar donde trabajo el gato. Era joven, aunque ya está crecido, es grisecito rayado, muy guapo. Empezamos a echarle de comer (no sólo yo, los clientes le echaban y se reían con él), todas las noches aparecía, así que le compré unas pipetas de desparasitación para que al menos no cogiera bichos... el tiempo pasó, y nos fuimos de vacaciones: varios vecinos del bloque de pisos se ofrecieron para seguir echándole pienso, pero como otros no lo sabían, le ponían comida de todo tipo cada día, hasta el bar vecino, una pizzería, le hechaba comida. Al principio le busqué un hogar, pero nadie quería quedárselo, así que seguí cuidándolo hasta que me di cuenta que ya no quería que se lo llevaran, así que finalmente me lo quedo.
No os he contado que ve muy mal, nos conoce por la voz, pero cuando asocia la voz al bulto que ve, nos sigue como si fuera un perrito. Me ha llegado a acompañar al supermercado a comprar, se espera en la puerta, y se vuelve conmigo. Con los perros de los vecinos juega, y es muy querido por todo el bloque.
Mi gran miedo es que llegue algún desalmado y le haga algo, porque es muy confiado, pero nunca ha pasado. En invierno le hemos hecho un refugio calentito para pasar estos frios tan duros, y ya sólo le queda muy poco para vivir como se merece.
Os cuento esto para animar a todos aquellos que os esforzais tanto en la adopción de gatos, y en los que duden si hacerlo: un sólo animal ha conseguido conquistar a todo un bloque de vecinos (más de 60), así que siempre hay esperanza.
Mi próximo reto es hacer que mi perro y el gato se lleven bien, aunque ya os he contado que por parte del gato es juguetón hasta con los perros.
El verano pasado empezó a merodear por la terraza del bar donde trabajo el gato. Era joven, aunque ya está crecido, es grisecito rayado, muy guapo. Empezamos a echarle de comer (no sólo yo, los clientes le echaban y se reían con él), todas las noches aparecía, así que le compré unas pipetas de desparasitación para que al menos no cogiera bichos... el tiempo pasó, y nos fuimos de vacaciones: varios vecinos del bloque de pisos se ofrecieron para seguir echándole pienso, pero como otros no lo sabían, le ponían comida de todo tipo cada día, hasta el bar vecino, una pizzería, le hechaba comida. Al principio le busqué un hogar, pero nadie quería quedárselo, así que seguí cuidándolo hasta que me di cuenta que ya no quería que se lo llevaran, así que finalmente me lo quedo.
No os he contado que ve muy mal, nos conoce por la voz, pero cuando asocia la voz al bulto que ve, nos sigue como si fuera un perrito. Me ha llegado a acompañar al supermercado a comprar, se espera en la puerta, y se vuelve conmigo. Con los perros de los vecinos juega, y es muy querido por todo el bloque.
Mi gran miedo es que llegue algún desalmado y le haga algo, porque es muy confiado, pero nunca ha pasado. En invierno le hemos hecho un refugio calentito para pasar estos frios tan duros, y ya sólo le queda muy poco para vivir como se merece.
Os cuento esto para animar a todos aquellos que os esforzais tanto en la adopción de gatos, y en los que duden si hacerlo: un sólo animal ha conseguido conquistar a todo un bloque de vecinos (más de 60), así que siempre hay esperanza.
Mi próximo reto es hacer que mi perro y el gato se lleven bien, aunque ya os he contado que por parte del gato es juguetón hasta con los perros.