El día 26 de mayo 09 nos dejaste pequeño, mi pequeño. Tu enfermedad nunca antes se había manifestado y de la noche a la mañana te arrancaba de nuestras vidas, que se han quedado tristes y con el profundo vacío que ha dejado tu asencia, la falta de tu cariño yde tu fiel compañía.
Tu marcha nos ha dejado desolados, con una mezcla de sentimientos de rabia, tristeza, impotencia y culpabilidad. Rabia porque un gran gato como tú no se merecía morir tan joven. Tristeza porque eras nuestro pequeño, la cosita pequeña de la casa, el que nos reconfortaba con un dulce maullido, el que se ponía triste y lloraba cuando nos oía pelearnos, el que reclamaba constantemente nuestra atención y cariño y que, a cambio, nos llenaba de mimos, besitos y ronroneos, el que nos transmitía todo el amor que se puede transmitir con una mirada. Impotencia porque los veterinarios no pudieron hacer nada para salvarte la vida y en tan sólo 48 h te escapabas de nuestras vidas, sin que pudiésemos, ni siquiera, darte la oportunidad de recuperarte. Culpabilidad por no haber estado contigo en tus últimos minutos de vida...
"Rody tenía el corazón muy grande"
Corría el verano del 2004 cuando en nuestras vidas apareció un gatito abandonado con aspecto lamentablemente desaliñado. Tras la pertinente visita al veterinario, Rody se convirtió en un precioso peluche peludo con ojos aguamarina. Su carácter, en principio asustadizo, se tornó afable con nosotros y con cualquier persona que tuviera a bien acariciarle o incluso echarle un piropo. En 2007 cuando nos mudamos a nuestra nueva casa, se convirtió en el rey indiscutible de la misma y de nuestras vidas, pasando a ser uno más de la familia. Compartía con nosotros tanto las alegrías, cuando recibía toneladas de abrazos y besos, como las tristezas y los momentos malos en los que nos ofrecía su compañía y un sonoro ronroneo que nos reconfortaba. Rody tenía el corazón muy grande, debido a una cardiopatía congénita que le desembocó en un tromboembolismo y finalmente en su muerte. Ahora que él no está, la casa parece vacía y su recuerdo es una sombra alargada que todo lo cubre. Su marcha, tan brutal como rápida, no nos permite creer que se ha ido y aún esperamos que aparezca durmiendo en su sofá o paseando por cualquier esquina con el rabo levantado y maullando suavemente como si estuviera hablándonos o esperándonos en la puerta de casa a que lleguemos para darnos una cordial bienvenida acompañada de arrumacos como siempre hacía. Nuestro niño se ha ido, pero su recuerdo no se perderá como una lágrima en la lluvia, sino que perdurará eternamente en nuestros corazones. Si existe el cielo, indudablemente Rody estará allí, en una habitación con ventanas donde estará asomado a la espera de que lleguen sus amos, para recibirnos una vez más como estaba acostumbrado.
Nunca te olvidaremos, pequeño, nunca olvidaré tu mirada. Espero que algún día volvamos a encontrarnos.
Siempre te querremos, Ro.
Mami y Papi.
Tu marcha nos ha dejado desolados, con una mezcla de sentimientos de rabia, tristeza, impotencia y culpabilidad. Rabia porque un gran gato como tú no se merecía morir tan joven. Tristeza porque eras nuestro pequeño, la cosita pequeña de la casa, el que nos reconfortaba con un dulce maullido, el que se ponía triste y lloraba cuando nos oía pelearnos, el que reclamaba constantemente nuestra atención y cariño y que, a cambio, nos llenaba de mimos, besitos y ronroneos, el que nos transmitía todo el amor que se puede transmitir con una mirada. Impotencia porque los veterinarios no pudieron hacer nada para salvarte la vida y en tan sólo 48 h te escapabas de nuestras vidas, sin que pudiésemos, ni siquiera, darte la oportunidad de recuperarte. Culpabilidad por no haber estado contigo en tus últimos minutos de vida...
"Rody tenía el corazón muy grande"
Corría el verano del 2004 cuando en nuestras vidas apareció un gatito abandonado con aspecto lamentablemente desaliñado. Tras la pertinente visita al veterinario, Rody se convirtió en un precioso peluche peludo con ojos aguamarina. Su carácter, en principio asustadizo, se tornó afable con nosotros y con cualquier persona que tuviera a bien acariciarle o incluso echarle un piropo. En 2007 cuando nos mudamos a nuestra nueva casa, se convirtió en el rey indiscutible de la misma y de nuestras vidas, pasando a ser uno más de la familia. Compartía con nosotros tanto las alegrías, cuando recibía toneladas de abrazos y besos, como las tristezas y los momentos malos en los que nos ofrecía su compañía y un sonoro ronroneo que nos reconfortaba. Rody tenía el corazón muy grande, debido a una cardiopatía congénita que le desembocó en un tromboembolismo y finalmente en su muerte. Ahora que él no está, la casa parece vacía y su recuerdo es una sombra alargada que todo lo cubre. Su marcha, tan brutal como rápida, no nos permite creer que se ha ido y aún esperamos que aparezca durmiendo en su sofá o paseando por cualquier esquina con el rabo levantado y maullando suavemente como si estuviera hablándonos o esperándonos en la puerta de casa a que lleguemos para darnos una cordial bienvenida acompañada de arrumacos como siempre hacía. Nuestro niño se ha ido, pero su recuerdo no se perderá como una lágrima en la lluvia, sino que perdurará eternamente en nuestros corazones. Si existe el cielo, indudablemente Rody estará allí, en una habitación con ventanas donde estará asomado a la espera de que lleguen sus amos, para recibirnos una vez más como estaba acostumbrado.
Nunca te olvidaremos, pequeño, nunca olvidaré tu mirada. Espero que algún día volvamos a encontrarnos.
Siempre te querremos, Ro.
Mami y Papi.