Hola, chicos, chicas, mininos y mininas!!
Somos Landrito (ronroneando desde el sofá) y Carlota (al teclado).
Nos conocimos hace tres meses... una noche... en un pueblo sin mar... después de unas copas...tú reinabas en la cuneta de la única carretera que llevaba a casa...
En el puente de Octubre del 2009 me fui con unas amigas a pasar unos días a Cáceres. La primera noche estuvimos cenando y tomando unas copas en un precioso pueblo judío, Hervás, y ya de regreso a casa, un gatito de dos meses asomó su cabecita desde la cuneta y cruzó la carretera hasta alcanzarnos. Me acerqué con la intención de apartarlo de la misma, pero en menos de dos minutos se había subido a mi regazo…y a los cinco minutos, dormía en mis brazos.
Nos lo llevamos con nosotros, sin saber muy bien cuál iba a ser su destino; pero estaba claro que allí, en medio de la carretera, de madrugada y asustado, no se iba a quedar … y su destino fue: SQC, el mismo que el mío. Y en Santiago compartimos desde entonces casa, cama, sofá, mantita, juegos, días de lluvia vistos a través del cristal, etc.
He de decir que el encuentro y posterior adopción de Landro supuso un tremendo cambio en mi vida. Y la noche antes de regresar, un auténtico cisma. Toda ella conversando con uno de los chicos que nos acompañaba acerca de mis dudas…que no eran pocas: sabré cuidarlo? lo quiero realmente o es sólo que me hace gracia verlo tan pequeñito y juguetón? Cuánto tiempo podré dedicarle? Se adaptará a vivir en un piso? Podré atender sus necesidades? Lo quiero realmente? Lo quiero realmente? Realmente lo quiero? Trataba de no mentirme a mí misma, pero había algo que me desconcertaba. Por un lado, sólo pensar en volver a Santiago sin él después de tres días juntos, me rompía el corazón. Y digo "romper el corazón" de un modo literal; me resquebrajaba pensarlo. Del otro lado, mis "antecedentes", los cuales me hacían estar alerta y desconfiar de cuanto sentía.
A saber: en casa de mis padres siempre hubo gatos, y nunca me habían gustado. Todo en ellos me molestaba…sus pelos, sus maullidos, el verlos siempre ocupando el sofá, que me rondasen. Todo, absolutamente todo me molestaba. El primer gato llegó a casa cuando mi hermana (que fue siempre la amante de ellos) tenía 7 años y yo 11; y cuando me fui a vivir sola, con 27, había en casa cerca de una treintena de gatos, todos ellos recogidos por mi hermana. En esos 16 años de convivencia con ellos y mi hermana nunca hubo un gesto de mimo mío hacia ellos, ni la más mínima empatía con mi hermana. Ahora sí la entiendo, ahora sí entiendo sus lágrimas cada vez que perdió a uno de ellos, sus preocupaciones cuando estaban malitos, etc. Entre las muchas cosas buenas que Landro trajo a mi vida está esta, el acercamiento a mi hermana.
Llegamos del viaje a las tres de la mañana, bajé a la calle a por un poco de tierra (a falta de arena) y la puse en el recogedor del polvo (a falta de bandeja) y me llevé al gatito a la habitación. Encima de la alfombra coloqué una manta mullidita para que estuviese más cómodo, pero en cuestión de segundos lo tenía dentro de cama… Y allí se quedó, con sus pulguitas y sus ácaros. Buscaba calor de piel, y se notaba, así que lo dejé dormir conmigo. Y conmigo duerme cada noche, lo cual me encanta.
Landro es un gato callejero, gris y negro, rayado, y si algo lo caracteriza es que es un mimosón. Siempre dispuesto a posponer el juego, la comida, la siesta, con tal de recibir mimos. Cuando llego a casa viene a recibirme a la puerta, y sabe que los siguientes 30 minutos son en exclusiva para él. Y eso me gusta, que sepa que le adoro, que es parte importante de mi vida.
Y si quererle me llena inmensamente… sentir cómo me quiere él a mí… ESO SÍ QUE ME DESBORDA.
Y hasta aquí este primer contacto, que ya me extendí más de lo previsto. En otro momento seguimos compartiendo.
Saludos a vosotros y cariñitos a ellos.
Os dejo unas FOTOS del peque.
Somos Landrito (ronroneando desde el sofá) y Carlota (al teclado).
Nos conocimos hace tres meses... una noche... en un pueblo sin mar... después de unas copas...tú reinabas en la cuneta de la única carretera que llevaba a casa...
En el puente de Octubre del 2009 me fui con unas amigas a pasar unos días a Cáceres. La primera noche estuvimos cenando y tomando unas copas en un precioso pueblo judío, Hervás, y ya de regreso a casa, un gatito de dos meses asomó su cabecita desde la cuneta y cruzó la carretera hasta alcanzarnos. Me acerqué con la intención de apartarlo de la misma, pero en menos de dos minutos se había subido a mi regazo…y a los cinco minutos, dormía en mis brazos.
Nos lo llevamos con nosotros, sin saber muy bien cuál iba a ser su destino; pero estaba claro que allí, en medio de la carretera, de madrugada y asustado, no se iba a quedar … y su destino fue: SQC, el mismo que el mío. Y en Santiago compartimos desde entonces casa, cama, sofá, mantita, juegos, días de lluvia vistos a través del cristal, etc.
He de decir que el encuentro y posterior adopción de Landro supuso un tremendo cambio en mi vida. Y la noche antes de regresar, un auténtico cisma. Toda ella conversando con uno de los chicos que nos acompañaba acerca de mis dudas…que no eran pocas: sabré cuidarlo? lo quiero realmente o es sólo que me hace gracia verlo tan pequeñito y juguetón? Cuánto tiempo podré dedicarle? Se adaptará a vivir en un piso? Podré atender sus necesidades? Lo quiero realmente? Lo quiero realmente? Realmente lo quiero? Trataba de no mentirme a mí misma, pero había algo que me desconcertaba. Por un lado, sólo pensar en volver a Santiago sin él después de tres días juntos, me rompía el corazón. Y digo "romper el corazón" de un modo literal; me resquebrajaba pensarlo. Del otro lado, mis "antecedentes", los cuales me hacían estar alerta y desconfiar de cuanto sentía.
A saber: en casa de mis padres siempre hubo gatos, y nunca me habían gustado. Todo en ellos me molestaba…sus pelos, sus maullidos, el verlos siempre ocupando el sofá, que me rondasen. Todo, absolutamente todo me molestaba. El primer gato llegó a casa cuando mi hermana (que fue siempre la amante de ellos) tenía 7 años y yo 11; y cuando me fui a vivir sola, con 27, había en casa cerca de una treintena de gatos, todos ellos recogidos por mi hermana. En esos 16 años de convivencia con ellos y mi hermana nunca hubo un gesto de mimo mío hacia ellos, ni la más mínima empatía con mi hermana. Ahora sí la entiendo, ahora sí entiendo sus lágrimas cada vez que perdió a uno de ellos, sus preocupaciones cuando estaban malitos, etc. Entre las muchas cosas buenas que Landro trajo a mi vida está esta, el acercamiento a mi hermana.
Llegamos del viaje a las tres de la mañana, bajé a la calle a por un poco de tierra (a falta de arena) y la puse en el recogedor del polvo (a falta de bandeja) y me llevé al gatito a la habitación. Encima de la alfombra coloqué una manta mullidita para que estuviese más cómodo, pero en cuestión de segundos lo tenía dentro de cama… Y allí se quedó, con sus pulguitas y sus ácaros. Buscaba calor de piel, y se notaba, así que lo dejé dormir conmigo. Y conmigo duerme cada noche, lo cual me encanta.
Landro es un gato callejero, gris y negro, rayado, y si algo lo caracteriza es que es un mimosón. Siempre dispuesto a posponer el juego, la comida, la siesta, con tal de recibir mimos. Cuando llego a casa viene a recibirme a la puerta, y sabe que los siguientes 30 minutos son en exclusiva para él. Y eso me gusta, que sepa que le adoro, que es parte importante de mi vida.
Y si quererle me llena inmensamente… sentir cómo me quiere él a mí… ESO SÍ QUE ME DESBORDA.
Y hasta aquí este primer contacto, que ya me extendí más de lo previsto. En otro momento seguimos compartiendo.
Saludos a vosotros y cariñitos a ellos.
Os dejo unas FOTOS del peque.