Unos amigos que viven en una casa rural, hace unos dos años encontraron a una gata pequeña y la adoptaron. La gata tenía libertad para ir donde quisiera fuera de la casa. En su condición de semi-asilvestrada y cuando apenas tenía un año, quedó embarazada. En abril de 2007 dio a luz una camada de 6 crías, de las que finalmente sobrevivieron cuatro. Al cabo de casi dos meses nos trajeron dos y les llamamos respectivamente Ziggy (Macho, de Ziggy Stardust, el disco y personaje creado por David Bowie) y Gaia (hembra, la diosa griega de la tierra).
Ahora cuento la historia de Piula, según me contó su propietaria:
Hace ya unos 14 años, íbamos en coche por una zona montañosa colindante a Barcelona y de pronto encontramos a un hombre que nos hizo señales para detenernos. Nos dijo que detrás de unos matojos había un cachorro de perro abandonado y desvalido. Fuimos a recogerlo y lo llevamos a una protectora de animales cercana. La señora que nos atendió aceptó al perrito. También nos dijo que tenía una gata abandonada de unos dos meses y no podía hacerse cargo de ella porque la mayoría de animales que cuidaba eran perros y la gata estaba en peligro entre ellos. Decidimos pues adoptarla y la llamamos Piula. Como la mayoría de gatos adoptados estaba llena de parásitos externos e internos. La llevamos al veterinario y seguimos todos sus consejos para la desparasitación. En casa ya habitaba Peggy, una gata 5 años mayor. Al vivir bajo el mismo techo Piula le contagió pulgas a la otra, por que tuvimos que aplicarnos a fondo con ambas gatas para eliminar las pulgas.
Piula era muy juguetona y como todos los gatos aprendía observando a otros gatos y por instinto. Intentaba jugar con Peggy pero esta nunca la aceptó. Crecieron observándose de lejos e ignorándose. Cuando Piula ya era adulta y Peggy anciana, Piula se aprovechaba de sus mejores condiciones físicas y a veces, le daba un golpe con la patita y salía corriendo.
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Ahora cuento la historia de Piula, según me contó su propietaria:
Hace ya unos 14 años, íbamos en coche por una zona montañosa colindante a Barcelona y de pronto encontramos a un hombre que nos hizo señales para detenernos. Nos dijo que detrás de unos matojos había un cachorro de perro abandonado y desvalido. Fuimos a recogerlo y lo llevamos a una protectora de animales cercana. La señora que nos atendió aceptó al perrito. También nos dijo que tenía una gata abandonada de unos dos meses y no podía hacerse cargo de ella porque la mayoría de animales que cuidaba eran perros y la gata estaba en peligro entre ellos. Decidimos pues adoptarla y la llamamos Piula. Como la mayoría de gatos adoptados estaba llena de parásitos externos e internos. La llevamos al veterinario y seguimos todos sus consejos para la desparasitación. En casa ya habitaba Peggy, una gata 5 años mayor. Al vivir bajo el mismo techo Piula le contagió pulgas a la otra, por que tuvimos que aplicarnos a fondo con ambas gatas para eliminar las pulgas.
Piula era muy juguetona y como todos los gatos aprendía observando a otros gatos y por instinto. Intentaba jugar con Peggy pero esta nunca la aceptó. Crecieron observándose de lejos e ignorándose. Cuando Piula ya era adulta y Peggy anciana, Piula se aprovechaba de sus mejores condiciones físicas y a veces, le daba un golpe con la patita y salía corriendo.
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