Peggy, la gata que hablaba.
Peggy era una gata que modulaba la voz, no me lo invento, hay gatos que lo hacen.
Peggy tenia el don de comunicarse conmigo.
Un tono de voz para cada momento y demanda.
Cada mañana me despertaba y me sacaba de la cama, quería su ración de latita, y después esperaba a que yo me sentase a tomar el café para así sentarse sobre mi regazo y que le dedicase unos momentos de caricias en su barriga.
Peggy dormia plácidamente en sus cestitos, repartidos en las dos habitaciones de la casa. De tanto en cuanto se levantaba y me reclamaba para una tanda más de carícias, con un tono de voz especial para aquella ocasión. Me conducia hacia el comedor y entonces en el lugar elegído, “el sofá”, otro miau para decirme -siéntate que ahora yo te haré las delicias.
Yo le hacia caso y ella, muy dulcemente, frotaba su cabecita en mi frente.
Peggy, mi gatita de color del mineral azabache, ha muerto. Echaré de menos su dulce voz que me despertaba cada día.
Mei.
Peggy era una gata que modulaba la voz, no me lo invento, hay gatos que lo hacen.
Peggy tenia el don de comunicarse conmigo.
Un tono de voz para cada momento y demanda.
Cada mañana me despertaba y me sacaba de la cama, quería su ración de latita, y después esperaba a que yo me sentase a tomar el café para así sentarse sobre mi regazo y que le dedicase unos momentos de caricias en su barriga.
Peggy dormia plácidamente en sus cestitos, repartidos en las dos habitaciones de la casa. De tanto en cuanto se levantaba y me reclamaba para una tanda más de carícias, con un tono de voz especial para aquella ocasión. Me conducia hacia el comedor y entonces en el lugar elegído, “el sofá”, otro miau para decirme -siéntate que ahora yo te haré las delicias.
Yo le hacia caso y ella, muy dulcemente, frotaba su cabecita en mi frente.
Peggy, mi gatita de color del mineral azabache, ha muerto. Echaré de menos su dulce voz que me despertaba cada día.
Mei.